viernes, 2 de enero de 2009

Mondo Cane

Termino de leer Sinuhé el Egipcio, obra maestra del finlandés Mika Waltari, un paseo fascinante y muy bien narrado por el Egipto de la dinastía 18, período de máximo esplendor del país. El personaje Sinuhé es muy rico y complejo, y la época se corresponde con la entronización del faraón Akhenatón, visionario y profeta monotéista, que intentó abolir la constelación de dioses que regían en el imperio para la época, donde cada ciudad tenía el suyo propio, y reemplazarlo por su adorado Atón, quien predicaba el amor, el perdón y la igualdad entre los hombres.
Claro fue que el asunto no caería muy bien entre los demás cultos, especialmente en el poderoso clero de Amón, quienes conspiraron y lograron recuperar el poder. Tampoco era empresa fácil la del buen Akhenatón, porque mantener un imperio semejante, asolado desde todos los puntos cardinales por buenos muchachos como los hititas, por ejemplo, pueblo guerrero y conquistador si los hay, no era para cualquiera. Y a ver quien era el que iba a ver al rey de Babilonia, un suponer, con ofrendas de paz y amistad eternas, pasando por filas de cadáveres empalados, que los desaforados éstos mantenían a la vera de los caminos para que se acuerden de quien es quien, y lo que le pasa al que no hace lo que yo digo, qué carajo. Y se me callan todos la boca, y vos, seguí bailando, odalisca de mala muerte.
Total, que Aki, para abreviar, duró lo que un suspiro, y murió en circunstancias poco claras a los diez y siete años de reinado, encargándose los sucesivos sucesores de suscitar acciones disuasorias, para evitar que su memoria perdurara, como la de tantos y tantos faraones que hicieron las cosas como es debido. En realidad la idea y la intención eran fantásticas, el faraón se anticipó a Jesucristo como en mil cuatrocientos años, pero a ver, una cosa es ser el hijo de un carpintero que empieza su andadura con una docena de fieles seguidores, y otra muy diferente empezar la carrera profesional como faraón, nada menos, sin puta idea de lo que pasa en la calle y encima aboliendo todo lo anterior y decretando por bula real que desde mañana me lo adoran todos a Atón como si lo conocieran de toda la vida.
Y si no, preguntaban los egipcios, y el faraón dudaba y decía, y si no nada, porque mi religión se opone a todo tipo de violencia.
Y ahí se armó la de dios, la de Atón, para ser coherentes, y los esclavos dijeron ah bueno, si no hay violencia ya sabés capataz lo que podés hacer con el pico, y así en todo el imperio, de forma tal que al poco tiempo nadie sabía quien era, ni lo que tenía que hacer, ni cuándo, ni quien mandaba ni quien tenía que obedecer, el caos era general y los egipcios caminaban sin rumbo por las orillas del nilo, eso sí, siempre de perfil y con un brazo doblado, como en las fotos de época.
Pero a lo que iba.
La historia de Sinué, fenomenal. Y uno lee la cantidad de guerras, conquistas, ciudades arrasadas, asesinatos en masa, mutilaciones, desgarramientos, destrozos, incendios y cantidad de tragedias ocasionadas por el ser humano hacia otros seres humanos, y piensa que lamentablemente es poco lo que hemos evolucionado, o tal vez no. Porque el porcentaje de población mundial involucrada en conflictos en aquella época era seguramente muy superior al actual, donde hoy en día discutimos un poco más civilizadamente, por lo menos en algunos sitios del globo. En otros más o menos, y si no pregúntenle a los israelíes, empeñados en machacar hasta la extinción a la pobre gente de la franja de Gaza, que nada más que con sobrevivir en semejante rincón ya tienen laburo para rato, como para que encima vengan esos energúmenos a tirarles cohetes teledirigidos a mansalva. No sé realmente quien tiene razón ya en el asunto, pero lo de los judíos es a todas luces indefendible, por más vueltas que uno le de.
En fin, que a poco que lea uno algo de historia la fe en la humanidad se pierde más rápido que volando, porque o bien lo que queda para la posteridad es solamente el asunto de guerras y conquistas, y el asunto cotidiano pasa inadvertido por silencioso y anónimo, o es que los humanos somos unas máquinas de conquista y lucha armada, y cuando nos quedamos tranquilos es porque estamos cansados o porque estamos elaborando el discurso para tornar algo más justificable nuestra próxima expedición.
Feliz año nuevo. Sigo hecho unas pascuas, como se ve.

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